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Cada año resuena más en las redes sociales o en informes de los equipos escolares terminologías como DDAA o NEE, pero ¿qué significan realmente estas siglas? DDAA hace referencia a las dificultades de aprendizaje y las NEE equivale a las necesidades educativas especiales. Ambas expresiones forman parte de la afectación en el desarrollo del aprendizaje, ya sea de forma temporal o de manera permanente, en un grado más leve o con mayor gravedad, con afectación cognitiva, física y/o sensorial. Las DDAA recogen uno de los mayores obstáculos para la identificación y definición teórica de estos déficits del desarrollo, siendo a veces considerado un cajón desastre donde recoger signos de distinta índole y/o características. Esto dificulta el trabajo del profesional al no definir de forma clara los objetivos terapéuticos y, del mismo modo, dificulta a los padres el esclarecer qué está ocurriendo en el desarrollo del aprendizaje de tu hijo o hija.

Una DDAA es detectada una vez que el alumno no puede alcanzar los objetivos educativos en el aula ordinaria, creando un desfase con respecto a su grupo en aquellos aprendizajes considerados como básicos para su tramo de edad. Por ello, estos alumnos pueden optar a servicios específicos que pueden servirles de apoyo educativo dentro del programa escolar. Otra terminología que puede empezar a sonar dentro de estos contextos son las denominadas adaptaciones curriculares (AC), que permiten una modificación significativa o no significativa. En el caso de no ser significativa, la adaptación estaría enfocada en el tipo de metodología o contenido aplicado en una asignatura. Sin embargo, cuando un niño presenta NEE, este puede optar a otro tipo de AC más significativa, en la que el método de evaluación y objetivos se adaptan específicamente a este alumnado garantizando, en la medida de lo posible, que pueda llegar a adquirir las competencias básicas necesarias.

¿Cómo podemos saber si el niño necesita una AC significativa o no significativa? Ahí reside la labor de la valoración del menor. Si no conocemos qué funciones tiene afectadas y cuál es su perfil, es complicado definir los objetivos educativos y de estimulación. Es necesario responder, mediante un estudio profesional, qué áreas tiene afectadas, ¿presenta dificultad en el lenguaje hablado, en la lectura, en la escritura y/o en las matemáticas?, ¿cómo interacciona a nivel social?, ¿es capaz de deletrear o usar el razonamiento de forma adecuada?, ¿estamos ante un trastorno del desarrollo o hay una disfunción en su sistema nervioso central?, ¿puede tener un origen genético y/o neurológico añadido? Incluso aquellos niños que tienen crisis epilépticas pueden presentar también dificultades en el aprendizaje, requiriendo de una valoración y tratamiento neuropsicológico para determinar el impacto que pudiera tener en su función cognitiva (Aldenjamp et al., 1990). Una valoración inadecuada o no realizada correctamente, puede tener un efecto potencialmente negativo en el desarrollo funcional. Por ello, autores como Silver et al. (2008), recomiendan que cuando existe una sospecha de una posible afectación en el aprendizaje, se realice una evaluación de las capacidades neuropsicológicas que determinen las áreas neurocognitivas más deficitarias y aquellas áreas de fortaleza que permitan servir de base para crear estrategias compensatorias y objetivos de tratamiento.

La neuropsicología se define como la disciplina que permite definir la relación entre la cognición y el desarrollo cerebral. Por tanto, permite comprender mediante un modelo explicativo, qué procesos cognitivos están involucrados en los procesos de aprendizaje. En ISANEP se encuentran profesionales especializados en los trastornos del aprendizaje y del desarrollo que, gracias a sus especialidades, pueden aportar de forma complementaria el trabajo de los centros educativos en la valoración y estimulación más específica para el alumno. Disponemos de psicólogos, logopedas, neuropsicólogos y neuropedriatra, ya que nuestro trabajo va muy enlazado al seguimiento y valoración de los departamentos de neurología pediátrica, permitiendo un filtro necesario para definir los perfiles de estos niños.

Aldenkamp, A. P., Alpherts, W. C., Dekker, M. J., & Overweg, J. (1990). Neuropsychological aspects of learning disabilities in epilepsy. Epilepsia, 31 Suppl 4, S9–S20. https://doi.org/10.1111/j.1528-1157.1990.tb05874.x

Azcoaga, J., Dubrovsky, S., Feld, V., Mejía L., Peña, E., Fernanda Pighín, M. y Dolovieva, Y. (2020). Neuropsicología del aprendizaje. Aportes de las neurociencias a la educación. Lugar editorial.

Fiuza Asorey, M. J. y Fernández Fernández, M. P. (2014). Dificultades de aprendizaje y trastornos del desarrollo. Manual didáctico. PIRÁMIDE.

Silver, C. H., Ruff, R. M., Iverson, G. L., Barth, J. T., Broshek, D. K., Bush, S. S., Koffler, S. P., Reynolds, C. R., & NAN Policy and Planning Committee (2008). Learning disabilities: the need for neuropsychological evaluation. Archives of clinical neuropsychology: the official journal of the National Academy of Neuropsychologists, 23(2), 217–219. https://doi.org/10.1016/j.acn.2007.09.006

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